Hemoglobinuria paroxística nocturna (HPN)
¿Qué es?
La hemoglobinuria paroxística nocturna es una enfermedad hematológica caracterizada por un defecto genético adquirido (gen PIG-A) en la célula madre hematopoyética que provoca un defecto en la enzima fosfatidil-inositol-glicano-A, esencial para la síntesis de una proteína de la membrana celular: el glucosil-fosfatidil-inositol (GPI). Esta proteína es crucial para permitir que otras proteínas (CD55 y CD59) que son esenciales para proteger a la célula de la acción lítica del complemento se anclen en la membrana celular. Las manifestaciones clínicas de la EPN se presentan predominantemente en el sistema hematopoyético y, en particular, incluyen la anemia hemolítica con prueba de Coombs negativa, pero también afectan a la serie blanca y plaquetaria, lo que puede dar lugar a una anemia aplásica y a un mayor riesgo de evolución leucémica. Otra característica clínica de la EPN es el estado trombofílico responsable de los eventos trombóticos.
¿Cuáles son los síntomas?
El modo de aparición de la EPN puede ser bastante variable, por lo que es imperativo mantener un alto índice de sospecha, especialmente en presencia de una de las siguientes expresiones clínicas:
- anemia hemolítica adquirida. Prueba de Coombs negativa
- evidencia de hemólisis intravascular (hemoglobinemia, hemoglobinuria, aumento de la LDH, reducción de la haptoglobina plasmática)
- granulocitopenia y/o plaquetopenia asociadas a reticulocitosis o evidencia de hemólisis intravascular
- trombosis venosa, especialmente en el abdomen (vena porta, suprahepática o mesentérica), cerebro o piel, en asociación con signos de hemólisis o sospecha de EPN, especialmente en sujetos jóvenes.
- anemia aplásica
- episodios de disfagia o dolor abdominal con signos asociados de hemólisis intravascular
¿Cómo se diagnostica?
Para confirmar el diagnóstico disponemos actualmente de pruebas citofluorimétricas en sangre periférica capaces de identificar los glóbulos rojos incapaces de anclar proteínas específicas a la membrana (CD 55 y 59 negativos). Cabe mencionar que tales defectos también pueden identificarse en los granulocitos neutrófilos y en las plaquetas, y que también pueden estar implicadas otras proteínas incapaces de unirse a la membrana como resultado del defecto genético adquirido.
Exámenes sugeridos
¿Cómo se trata?
El tratamiento depende de la gravedad de las manifestaciones clínicas, de modo que en las formas leves (hemólisis modesta) sólo está indicada la observación clínica con controles hematológicos cada 6-10 meses. A medida que el cuadro clínico se hace más evidente, se pueden distinguir los posibles tratamientos entre los puramente de apoyo, como el hierro, el ácido fólico y las hemotransfusiones de glóbulos rojos, y los que tienen alguna acción sobre el mecanismo patogénico de la enfermedad, como los corticosteroides, la ciclosporina, el suero antilinfocítico. Si el cuadro clínico está dominado por la citopenia o la hemólisis incontrolada, puede considerarse la opción del trasplante alogénico de médula ósea. Por último, las manifestaciones trombóticas deben tratarse con terapia anticoagulante. Ninguno de los tratamientos mencionados hasta ahora afecta significativamente al mecanismo patogenético subyacente a la enfermedad. Recientemente, se dispone de un tratamiento capaz de bloquear la actividad de la fracción C5 del complemento para las formas más graves (hemólisis no controlable de otro modo, trombosis, daño orgánico, dolor abdominal). En concreto, se trata de un anticuerpo monoclonal humanizado (eculizumab). El tratamiento es bien tolerado y expone al paciente a un mayor riesgo de infección con agentes capsulares bacterianos (Neisseria Meningitis) y hemólisis extravascular. Aunque es un fármaco eficaz, la difusión de esta terapia se ve frenada por un elevado coste del tratamiento, que debe ser continuado durante toda la vida.
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