Obesidad

El diagnóstico de la obesidad puede ser realizado de forma muy sencilla por el propio paciente: debe dividir su peso expresado en kilogramos entre su altura expresada en metros y, a continuación, volver a dividir el resultado entre su altura, también expresada en metros. A continuación se calcula el IMC, expresado en kg/m2. Si el resultado es superior a 30, el paciente es obeso. El siguiente paso inmediato es una evaluación médica para estratificar mejor el grado de obesidad, las enfermedades relacionadas, su gravedad y obtener una imagen completa de la situación metabólica del paciente.

El tratamiento de la obesidad mórbida es quirúrgico tras el fracaso de los intentos dietéticos-conductuales previos. El paciente obeso, que ha probado dietas en el pasado pero sigue encontrándose en la condición de obeso, debe pensar seriamente en consultar a un cirujano para un tratamiento definitivo que le lleve a recuperarse de la obesidad y de las temidas consecuencias que la obesidad no tratada seguramente le causará al paciente (por ejemplo, hipertensión, diabetes, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, síndrome de apnea del sueño grave, esofagitis hasta el esófago de Barrett, esteatosis hepática, hipercolesterolemia, enfermedades cardiovasculares). Los tratamientos quirúrgicos de la obesidad incluyen operaciones restrictivas-metabólicas (como la gastrectomía en manga o la gastrectomía en manga con plástico antirreflujo asociado); operaciones malabsortivas (como el by-pass gástrico o el mini-by-pass gástrico) y operaciones restrictivas-metabólicas reversibles (gastrectomía en manga reversible, bariclip). Todos los procedimientos se realizan mediante la técnica laparoscópica mínimamente invasiva, a través de 4 pequeñas incisiones que permiten al cirujano trabajar y realizar la operación. Las ventajas de la técnica laparoscópica permiten una vuelta más temprana a las actividades normales del paciente, con menos impacto de la hospitalización y menor dolor postoperatorio.