Trasplante de riñón de donante vivo
¿Qué es?
¿Cuándo está indicado este procedimiento?
Insuficiencia renal aguda en estadio V (TFG inferior a 15 ml/min)
¿Cómo se realiza?
El trasplante de riñón se clasifica como simple o doble. La operación se realiza bajo anestesia general. En casi todos los casos, el riñón o los riñones se colocan en un lugar diferente al del riñón nativo (trasplante heterotópico). En el caso de un trasplante de riñón único, se realiza una incisión en el flanco (derecho o izquierdo, según la elección de la lateralidad en cada caso, en función de las condiciones anatómicas del receptor). Una vez obtenido el acceso al espacio retroperitoneal, se aíslan la arteria y la vena ilíacas externas, que se cargan primero y se anastomosan después a la arteria y la vena renales del órgano. A continuación, se realiza la anastomosis entre el uréter del riñón donado y la vejiga del receptor. Esta sutura puede o no estar protegida durante un periodo de tiempo mediante la colocación de un catéter conocido como doble J, que luego se retira en un procedimiento ambulatorio sin necesidad de anestesia.
Recuperación
Al despertar, el paciente tendrá un catéter venoso central o periférico, necesario para la administración de la terapia intravenosa y para la hidratación por goteo. En el quirófano se colocará una sonda vesical, que se retirará lo antes posible, y, a criterio del cirujano, un drenaje abdominal, si está indicado. Durante unos días, permanecerá conectado a un monitor cardíaco, que ayudará al personal médico y de enfermería a controlar los parámetros vitales. Debido a un retraso en la recuperación funcional del riñón trasplantado, pueden ser necesarias algunas sesiones de diálisis postoperatorias (20% de los casos), pero esto no compromete el éxito final del trasplante. Desde el momento del alta, el paciente tendrá un seguimiento ambulatorio. El éxito en la recuperación y el mantenimiento de la función del órgano trasplantado depende de un cuidadoso equilibrio de medicamentos, que incluyen fármacos inmunosupresores (para prevenir el rechazo), antibióticos y otros tratamientos profilácticos (para prevenir infecciones), así como fármacos antiulcerosos u otros medicamentos que contrarrestan los efectos secundarios de los fármacos antirrechazo.
Los pacientes inician el tratamiento durante la hospitalización y siguen tomando la mayoría de estos fármacos tras el alta y durante el resto de su vida. Las dosis se reducirán progresivamente para adaptar la dosis a cada paciente.
Complicaciones a corto plazo
A corto plazo, los riesgos potenciales de la operación incluyen complicaciones quirúrgicas e infecciones. Los principales problemas que pueden surgir son: colecciones de sangre o de orina en el lugar del trasplante, estenosis, cierre parcial o total del uréter, trombosis de los vasos arteriales o venosos, fístulas. Su aparición suele ser muy temprana (1ª semana) y raras veces tardía. La mayoría de ellos no ponen en peligro el trasplante si se reconocen y tratan con prontitud. Otra complicación común a este tipo de trasplante es el linfocele, es decir, la acumulación de líquido linfático en el lugar de la preparación de los vasos. En la mayoría de los casos, esta colección tiende a secarse espontáneamente, mientras que en un número limitado de casos requiere mantener el drenaje quirúrgico durante más tiempo o, incluso más raramente, una cirugía con una técnica mínimamente invasiva para drenarla.
Complicaciones de larga duración
Las complicaciones quirúrgicas tardías tras el trasplante de riñón se definen como aquellas que se producen tres meses después de la cirugía. Entre ellos se encuentran:
- Complicaciones vasculares: estenosis de la arteria renal.
- Complicaciones urinarias: estenosis ureteral, pielonefritis por reflujo urinario recurrente, formación de cálculos en el riñón trasplantado.
- Complicaciones de la pared abdominal: laparocele.
Las complicaciones más comunes tras un trasplante de riñón son: infecciones, reacciones de rechazo, hemorragias, trombosis, retraso en la recuperación funcional, aparición de diabetes, cambios psicológicos. El sistema inmunitario del receptor intenta rechazar el nuevo órgano, ya que no lo reconoce como propio. Por ello, los pacientes trasplantados comienzan la terapia inmunosupresora desde el día de la cirugía y continúan tomándola durante el resto de su vida. Los pacientes trasplantados deben informar inmediatamente a sus médicos de la aparición de signos de rechazo. Si el rechazo se diagnostica y se trata a tiempo, suele ser reversible. El rechazo crónico, en cambio, es más insidioso y difícil de tratar, y aparece en una fase tardía de la vida. Además, un paciente con trasplante de riñón puede desarrollar ocasionalmente diabetes después del trasplante. Esta complicación está relacionada con el uso de fármacos antirrechazo, necesarios tras la implantación del nuevo órgano, y se ve favorecida por la predisposición del paciente. Este tipo de diabetes suele ser, aunque no siempre, temporal y se resuelve cuando se reduce la terapia. Para algunos pacientes, es necesario el uso de fármacos orales o inyecciones de insulina para corregir la hiperglucemia.
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